Tres Cañones de Suykutambo, Espinar

Los Tres Cañones de Suykutambo

A pocos minutos de las 4 arribé a Sicuani. Había escuchado mucho sobre este lugar, pero por pequeño o grande que sea el pueblo al cual has arribado habrá que andarse con cuidado: no conoces a las personas, no conoces el lugar. Mi primera indecisión: no conozco el sitio, y me pregunto si será mejor quedarme en algún hotel que esté por la plaza de armas o que dé al terminal, y cómo llegar a estos dos? Yo que normalmente no habló con desconocidos, hoy soy un desconocido que se acerca a alguien a preguntar:

—Buenas tardes. Podría decirme de dónde salen los carros a Espinar?

—Del terminal.

—Y hacia qué lado está el terminal?

—Cruza el puente, avanza una cuadra y luego voltea hacia la izquierda…

Cuántas escenas como esta no se repetirán a lo largo de estos viajes? En cada pueblo nuevo que llegues tendrás que acercarte a alguien y preguntar por un lugar, un restaurante, un terminal, y otras cosas. Algunos te acogerán con amabilidad, mientras que quizá otros responderán con sus emociones; pero más valdrá estarse preparados para todo y andarse siempre con cuidado.

Faltan un minuto para las cinco de la mañana, y yo estoy aquí frente a este laptop, tratando de encontrarme conmigo mismo, tratando de contarme a mí mismo una historia que un día leeré con nostalgia y alegría. No debo olvidar que como viajero debo planificar todo, hasta el mínimo detalle: No te puede faltar nadar. Es mejor llevar lo esencial desde tu sitio de origen que intentar conseguir en el lugar al cual llegas; porque no siempre lo encontrarás. En unos minutos más dejo este hotel, y prosigo con este viaje hacia Espinar, donde visitaré El Cañón del Suykutambo…

La mañana va dejándome ver el cauce de un pequeño riachuelo, sobre el cual el hombre ha erigido terrenos de cultivo y más de una central eléctrica que deforma el paisaje natural, y en cada pico o colina erigiendo más de una poste de madera o metal que soporta pesadamente los cables que llevan el calor, las voces de esos otros, y también la marca de este sistema. A lo lejos entre la puna y la pampa, pequeñas casuchas se levantan, y en los pequeños corrales que la circundan, más de una vaca masca el pasto del día anterior, y la vieja estepa que se resiste al viento y al frío.

A dos horas de Sicuani está Espinar, una de las trece provincias de Cusco, un sitio del que solo había repasado para algún examen o cuando algún evento de transcendencia se llevó allí. La realidad no cambia mucho, son las mismas escenas contadas tantas veces: casitas de concreto o adobe que se levantan por doquier, pequeños negocios que se abren a estas horas de la mañana, personas que apresurados marchan a sus lugares de trabajo. Aunque hay dos cosas que me llaman mucho la atención: lo primero son los borrachos, ellos los personajes simpáticos que con sus vicios están condenando a mi país y a sus familias al cataclismo, en qué esquina no duermen ellos, en qué plaza no faltan ellos, y en qué reunión podría notarse su ausencia? Hay más de uno cobijándose al calor de la mañana y a la santidad de su único templo principal que se levanta al costado de la plaza de armas. Lo segundo, son los carros enumerados, quizá para que no se pierdan, no creo, que marchan presurosos, debe ser a la mina, porque a estas alturas se levanta una de las minas más importantes de cobre, es por ello que en los restaurantes, calles o bares, hay más trabajadores de la mina que los propios pobladores.

Me vuelvo a dar cuenta que tengo que mejorar mis relaciones sociales con las personas, y por sobre todo cuando pregunte a alguien debo hacerlo con más detalles. Me quedé sin movilidad, y todo por no averiguar los horarios de salida de los carros a Suykutambo, y lo peor, el Suykutambo al que iba resultó siendo un distrito y no el sitio paisajístico que yo creía. Abordo una combi destartalada, en el que las bravías mujeres de estos pueblos parlan con ademanes persuasivas que la contaminación cada día se va acercando más a sus terrenos de cultivo. Noto en su lenguaje la fuerza y en sus palabras la decisión y la determinación. Escuché que esta gente es la estirpe de un pueblo bravío, y tal parece eso.

A través de la pampa y la puna se abren diversas carreteras, uno de ellos, el que va hacia el sureste me deja en Machupuente, un puente colonial que se levanta sobre el mítico río APURIMAQ. Desde aquí, prosigue este recorrido en un auto que tomo como expreso hacia Suykutambo, a través de una trocha que se va uniendo al río, a este majestuoso río que con el paso de los años ha logrado escavar la dura roca para hacer su camino hacia el mar. Por aquí parece inofensivo, pequeño y tranquilo, mas yo conozco su carácter, es salvaje y bullicioso. Este es el río que un día trasportará mi pequeña barca en mi viaje hacia el mar.

Yo tenía un sueño que a pesar del tiempo sigue luchando en mí. Un sueño que nació ese día en que dejé de recorrer los caminos hechos por los hombres de mi mundo por otras que no existían. Y que más que un sueño y esperanza fue un reto a mí mismo. Un día dejaría la tranquilidad de mi rutina por navegar las aguas de este río hacia el océano atlántico, un viaje épico de más de siete mil kilómetros. Me decía hace mucho, que somos jóvenes una sola vez, y que es en esta etapa de nuestras vidas donde debiéramos dar el todo por nuestros sueños e ideales. Me faltan tan solamente dos años para este viaje, y a diario este sueño que parecía olvidado comienza a cobrar vida. Río Apurimaq déjame navegar en tus aguas caudalosas, en este único viaje hacia el mar, llévame contigo.

La primera parada es en Mauk’allaqta, un sitio arqueológico ubicado a la vertiente derecha del río Apurimaq. Debió ser un importante enclave de la cultura inca, pues una tumba forjada con piedra caliza se alza en uno de sus laterales, son vestigios incas y pre incas que cuentan con colcas y tumbas que se erigen al lado de una colina de rocas. Desde la pequeña colina que se levante al sureste se observa un paisaje impresionante, se ve las corrientes del río que vienen desde el este en su paso hacia la selva. No lejos de ahí se levanta otro sitio arqueológico, María Fortaleza, una pequeña ciudadela de piedra, en el que logro fotografiar una vizcacha hecho de piedra en la cima que la rodea, aunque la vizcacha real termina huyendo presurosa de la lente de mi cámara. Escalo hasta lo más alto de la colina desde donde se ve el impresionante cañón del Suykutambo o más conocido como Tres Cañones, y recién aquí me doy cuenta que Suykutambo es uno de los distritos de Espinar.

Ya con el sol del mediodía arribo a tres cañones, un lugar paradisiaco y mágico que me cautiva con sus inmensas formaciones de rocas y sobre todo con las unión de los tres ríos. Ahora recuerdo haber imaginado un sitio como este hace mucho, forma parte de uno de los paisajes que describo en ese cuento de amor que tanto me gusta PRIMERA VEZ. Coincidencia? Es mejor decir que sí. En ese cuento hablo del arroyo de los tres ríos, y recién ahora que escribo esta crónica me doy cuenta de este parecido.

Mi viaje termina en la pequeña plazuela de Suykutambo, un pequeño distrito abrigado al pie de unos riscos que se levantan hacia el este. De aquí comienza el viaje de retorno, claro que con más de un contratiempo y con el abrazador calor del sol que me deja abrumado. Vengo pensando en el camino, observando cada detalle de estos lugares; pero solo se ve la pampa fría que quema con el sol del mediodía, y las huellas de nuestras acciones al separar las aguas salvajes de este río que mañana irrigarán estas pampas infértiles hoy, para dar de comer a nuestras vacas y ovejas. En el viaje voy preguntándome, qué pasará el día que desvíen las aguas de este río hacia Arequipa? No basta con la contaminación que hemos producido? Terminaremos secando también sus cauces que parecían eternos hasta hoy?

En espinar abordo el carro de retorno hacia Sicuani al cual llego con la noche, y de ahí el retorno a este viejo cubil.

Fue lo mejor que pude haber hecho en estos días, escapar de la rutina de mis días a aventurarme en aquello desconocido, en aquel viejo sueño que me llama a diario con más fuerza. Mas, hay algo que no debo olvidar en estas líneas, que no se vaya a pensar que el viaje por el mundo estará hecho de perfecciones, no. En más de un pueblo habrá escenas que reclamarán una lágrima, y en más de un vía la espera por proseguir se cobrará mis buenas intenciones que terminarán mezclándose con el aburrimiento y el cansancio, y que tampoco siempre habrá un hotel caliente ni una comida opípara en cada pueblo. Habrá mil vicisitudes que afrontar, escenas que quizá me desanimarán, pero yo no me detendré mi vida continuará con su recorrido. Habrá de todo en cada viaje, pero ese todo nunca será más fuerte que la fuerza de voluntad que nos impulsa a seguir.

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