La muerte de Arguedas: ¿suicidio, inmolacion o Arguedicidio?
…Hoy tengo miedo, no a la muerte misma sino a la manera de encontrarla…
Este país se ha caracterizado por matar a sus hombres insignes que le han hecho bien y han luchado por él. Este país mata escritores, asesina pensadores y persigue por cada rincón del mundo a sus hombres ilustres; pues tiembla cuando se le habla sus verdades, y de los días diferentes; de ese mañana mejor por el que tanto se ha luchado y ha de lucharse.
Se ha apabullado a Vallejo en la rebeldía de sus versos, lo han olvidado yaciente en una cama de la vieja Paris; sin dinero y esperanza murió un viernes y no en los jueves de su premonición; lejos del suelo que amó, a los años.
Queda en la historia los yaravíes de Melgar, y el eco del último disparo del fusil; traspasando nuestros caminos, hoy sin viraje. A los veinticuatro se ha borrado de la memoria de Silvia para siempre.
No fue excepción Mariátegui. Se le ha paseado por el mundo, por el país de los zares y bolcheviques; sólo por tenerlo lejos. Clausuraron los diarios de su de su rebelión. El gran pensador de América cuantas veces golpeado, asaltado en su propia casa por los gobiernos de entonces, y por nosotros. Le mandamos a la sepultura a los 35 años.
Puede esta línea soportar más ejemplos tétricos de lo que hace este país por sus hombres? Los matas, los persigue, se deshace de ellos en la flor de sus vidas; pues sigue creyéndose ser pasto de Norteamérica y de la vieja Europa.
Dejando de lado este preámbulo que sólo pide libertad en nuestros derroteros; encaminemos mejor a desentrañar el mundo de Arguedas; que en el mejor momento de su vida se nos fue. No es cierto, lo dejamos partir. ¿Pero por qué los escritores peruanos mueren tan jóvenes?
Mientras avanzo por las calles vacías de esta ciudad en sus días de invierno, al sentarme en alguna plaza pregunto:
─ ¿Conoces a Vallejo?
─ ¡No!
─ ¡A Mariátegui?
─ Tampoco
─ ¿A Melgar?
─ ¡No hermanito, quién será!
─ ¿Escuchaste hablar alguna vez de Arguedas?
─ ¡La verdad no! Ah! Ya recuerdo… Ese, el que se mató…
─ En la Molina
─ ¡Sí! Él. Oye, pero, ¿por qué se mató? No debió matarse.
De interrogador pasé a ser interrogado. ¿Realmente fue suicidio, inmolación o arguedicidio? Será mejor desentrañar este enigma, antes de que yo también sea blanco de vuestra barbarie.
Creo yo, que la mejor manera de abordar un tema demasiado delicado, es recurriendo a los mismos textos escritos dejados por Arguedas; en especial los diarios de Los Zorros, en el que resume su pasión encendida por la vida y la muerte; y sobre cuando dice: «En abril del esperé muchos días que llegara el momento oportuno para matarme…y por qué negar su aberración a la vida, El encuentro con una zamba gorda, joven, prostituta, me devolvió eso que los médicos llaman tono de vida». Su vida ha sido un espiral entre querer vivir y no vivir, y por no ser demasiado redundante, resumamos en tres los enigmas de su trance.
Suicidio
A finales del 69 su vida había sido un vaivén. Cada hora se hacía perecedero y el día esperado no fallaría a la cita. «Anoche resolví ahorcarme en Obrajillo, de Canta, o en San miguel, en caso de no encontrar revolver… Aunque muchas veces la necesidad de vivir se interponía con más fuerza. …En Obrajillo y San Miguel podré unos días rascándole la cabeza a los chanchos mostrencos, conversando muy bien con los perros y hasta revolcándome en la tierra con algunos de esos perros chuscos que aceptan mi compañía hasta ese extremo…
» Había que vivir, si no era entre los hombres, al menos en la soledad de las horas frías, entre perros o chanchos mostrencos, lo importante había que seguir viviendo.
«…En San Miguel de Obrajillo me entró la tentación de seguir viviendo aunque no fuera sino para sentir el sol de ese pueblo y pasar los días acariciando los perros y chanchitos mostrencos…» sin embargo, ese placer no compensaría por mucho tiempo, un buen día ese hito desaparecería, esa ansia sería nula y el esta vez no fallaría. «…por que quien está como yo es mejor que muera…» El largo camino emprendido un día llegaría a su fin, no habría más razones que lo sujeten a la vida, de todas maneras ese era su camino, si con miedo. «…hoy tengo miedo a la muerte, no a la muerte misma sino a la manera de encontrarla…», o con cobardía, «…soy cobarde para el dolor físico y seguramente para sentir la muerte…», era su elección.
Se me pide razones que fundamenten mi argumento, que más que mío fue de él. Suicidio es acción y efecto de suicidarse y esta acción es darse voluntariamente muerte. Sobre las causas que le llevan a obrar se ha hablado mucho; mas será mejor sentar mi parecer en resumidas cuentas. Desde muy niño le había tocado vivir en un mundo difícil, fueron las traumas psicológicas por la muerte de su madre, las ausencias repentinas y largas de su padre, sus correrías nunca deseadas que son narradas en El Horno Viejo, la noche en llamas con Fidela, en la batea de amasar pan; fueron las razone que más tarde prendieran esta llama de incertidumbre en su vida, sin dejarle otra elección que el suicidio y ya los otros han resumido mejor este trance. «…Cuando la vida es un martirio, el suicidio es un derecho».
Inmolación
«Quizá conmigo empieza a cerrarse un ciclo y a abrirse otro en el Perú (…) pero mi vida no ha sido trunca. Despidan en m un tiempo del Perú. He sido feliz en mis llantos y lanzazos, por fueron por el Perú; he sido feliz con sus insuficiencias porque sentía el Perú en quechua y castellano». Y el Perú ¿Qué?: todas las naturalezas del mundo en su territorio, casi todas las clases de hombre… Había que verter sangre, ofrecerse en sacrificio por este país.
Arguedas con su muerte ha abierto ese nuevo ciclo en el Perú que muchos no quieren reconocerse, es que la raza india no ha muerto como se ha querido, está más augente, más palpitante; ha abierto el camino a ese día grande, donde todas las sangres griten al unísono la libertad de este país, donde el indio ya no hinque más las rodillas. Nos ha abierto el camino, nos ha cedido a nosotros este ciclo. Era necesaria su inmolación; pues solo así pudo temblar la gran Lima y entender que el Perú es costa, sierra y selva; el Perú es todo. Y él es el norte abierto, la estrella solitaria en las noches oscuras del Perú, para siempre terminar diciendo como él. «…he luchado contra la muerte o creo haber luchado contra la muerte muy de frente…»
Arguedicidio
«Estoy luchando en un país de halcones y serpientes desde que tenía cinco años…» Si homicidio es acción de matar a un ser humano ilegítimamente y con violencia, Arguedicidio es matar a Arguedas y ya no solo ilegítimamente, sino con furia, rabia y desesperación. Su vida ha sido constante lucha, y nosotros, ustedes más que yo, sus asesinos que jamás (aunque quisieran) podrán expiar este pecado. Ha luchado siempre por ese Perú nuevo, y nosotros lo estropeamos; hasta hoy su prosa va luchando con fuerza, pero no basta eso; cuando bien sabemos que vivimos en un país de asesinos y carniceros, y me culpan a mí de soñador y tremendista.
Este país ha matado escritores, políticos, verdaderos pensadores, pintores; los ha matado sin piedad, ¿cómo? Con su indiferencia, matándolos y persiguiéndolos, los hemos matado al no acogerlos en nuestro seno, los estamos matando hoy día al no leer más libros, los estamos martirizándolos al dejarlos solos cuando batallan en el país de zorros, halcones y serpientes, cuando dejamos de lado los valores de nuestra raza y negamos nuestra sangre india, cuando dejamos de pensar este país en quechua y castellano, cuando hacemos al corrompernos entre ellos y renunciamos nuestra identidad.
¿Arguedas ha muerto en nuestras manos, y nosotros somos sus asesinos, él nuestra víctima?
Pero para qué abarco más, cuando hay voces torpes que ya quieren callarme, mejor termino con mi esbozo de mi propia pluma en Arguedas y mi mundo.
Un día de estos revivirá la alegría de nuestra gente, ya no lloraremos, no habrá más ladrones acechándonos, seremos nosotros y la vida. Al final, después de tantas lágrimas, se habrá construido la sociedad ideal narrada en Todas las Sangres. Nuestro padre Túpac Amaru, al que Arguedas escribe su apología, habrá vuelto por nosotros.
Esta vez sabremos que el cielo es nuestro y nosotros de la tierra. Hablaremos nuestra lengua, y por primera vez los kumunkunas de Asilpampa diremos: Arguedas ha nacido con nosotros y vive como las aguas de nuestros ríos. Estará siempre en el alma de nuestra raza india.